Ana fue al patio a jugar con mis amigos. Era el recreo, tenía el sol de frente y por eso se deslumbró. No se dio cuenta que le aventaron una pelota y al golpearle la cara acabó en el piso. Con pena escuchó las carcajadas burlonas, la verdad no quería ni levantarse por el ridículo. Aún mantenía su mirada sobre el cemento cuando escuchó un listado de apodos que para su sorpresa no se referían a ella y su reciente caída…
“Chico Zanahoria, vengan a ver a Chico Zanahoria, ya llegó cabeza de cobre, no llores cabeza de fanta, te ves chistoso pelo de incendio, parece que tu cabello está oxidado, baila chico zanahoria, muévete pelos de elote, simpático el cabeza de mole, en lugar de gel usa cátsup para tus cabellos de jitomate, llora Chico Zanahoria”…
Era un grupo de 7 niños abusivos del tercer de primaria que habían rodeado al pequeño pelirrojo de 3 años. Pedro acababa de entrar al primero de kínder y era víctima de bullyng por el color de sus chinos.
Al cabo de unos minutos, los niños crueles dejaron a Pedrito llorando. Ana ya era una niña grande del tercero de kínder, por ello trató de consolar al pequeño Pedro. Le dio un abrazo y lo acompañó a su salón.
Ana le platicó todo a la maestra Eugenia y la miss le prometió a Pedro que reportaría a los niños abusadores para que fueran castigados y no lo volvieran a molestar más. Pedro se soltó a llorar de nuevo y le dijo a la maestra que no los acusara porque se desquitarían.
La maestra le limpió las lágrimas y le aseguró que todas las maestras cuidarían a los alumnos de kínder para que ninguno de los grandulones de primaria y secundaria los fastidie.
Cuando Pedro se tranquilizó, Ana fue a sus clases. Estaba con el dolor de los raspones de su caída en el recreo pero se sentía contenta porque ayudó a Pedro. Sus papás le habían dicho que nadie tiene derecho a maltratarla en la escuela y que ella tampoco podía abusar de nadie. Por eso supo que había hecho lo correcto.
A la hora de la salida, Ana iba con su mamá de la mano. Al pasar frente al salón de ovejitas, en ese mismo momento iba llegando el abuelito de Pedro para recogerlo. El señor le preguntó a la maestra “¿Cómo se portó mi Chico Zanahoria?”…
Ana llevaba tres pasos adelante cuando escuchó al abuelito de Pedro, soltó la mano de su mamá y regresó molesta a regañar al viejito: “Señor no le ponga apodos a Pedro, eso está mal”.
De la inspiración de Ángela Franco Romano